sábado, 7 de febrero de 2015

De Caridad

"El domingo 1 de febrero fuimos al comedor social de las hermanas de la Madre Teresa de Calcuta del barrio de Entrevías. 

Cuando vas ayudar no eliges qué vas a hacer, vienes a servir y hacer lo que te toque sin elegir. Yo quería dar la comida, servir los platos, sin embargo, me tocó picar las cebollas y abrir mi corazón a la humildad, obedeciendo. "Para eso he venido"- pensé. He venido a entregarme a los demás, a los invisibles, a los que la sociedad ignora, rechaza y evita. ¿Quiénes son?: son los pobres, los extranjeros, los alcohólicos, las personas sin hogar que viven en la calle, las prostitutas, los sin papeles, los enfermos terminales que están solos, las personas que no llegan a fin de mes, personas mayores con el alma rota y sola.

Son personas como nosotros, personas que quizás sólo buscan una sonrisa entre plato y plato, el brillo en una mirada. A lo mejor sólo buscan que les deseemos buen apetito y preguntarles cómo les ha ido el día. 

Lo primero que te llama la atención es la diversidad de gente que acude al comedor, no todos viven en la calle, pero todos coinciden en la posesión de una cosa: heridas abiertas o cicatrizadas. Es el dolor de la humanidad doliente. Parecen decirte: "mírame, aquí estoy, dime algo, existo". Hay una historia detrás de cada uno reflejada en sus manos y en sus ojos. Ésta es una oportunidad extraordinaria para darte al otro sin conocerle y sin esperar nada a cambio; un acto de generosidad. 

Creo que todos y cada uno de nosotros tendríamos que pasar por la experiencia de servir, la oportunidad de dar sin esperar recibir, sin condicionamientos. Éste es uno de los pocos momentos en que ellos pueden hablar con un tú que les escucha y les mira a los ojos, de persona a persona. Es el instante en que el otro es reconocido, existe. "No te olvides de nosotros", le dicen cuatro personas a un compañero que está sirviendo. Nos agrada que se acuerden de nosotros, una mirada, una sonrisa, que digan nuestro nombre, el contacto físico, sentir al otro, a ese ser humano que la sociedad ignora y esconde para no tener que admitir su fracaso. 

Todos podemos sentirnos útiles sirviendo, además de aprender a trabajar en equipo, aprender a pedir ayuda, aprender a observar qué necesita el otro, a olvidarnos un poco de nosotros mismos y nuestras pretensiones, a dar lo mejor de nosotros, a ser humildes porque aquí, eres uno más". 

domingo, 25 de enero de 2015

VII Recuento de las PSH 2014

La cita era a las 18:30 del 11 de diciembre en un pabellón municipal repleto de hileras de sillas ante un escenario y una pantalla vacíos. La primera hora fue puramente burocrática, fría como la tarde fuera del recinto, pero la temperatura subió a medida que las personas convocadas abarrotamos la sala. ¿Y cómo terminar de "romper el hielo" en la sala?: fue con la proyección de un cortometraje que ofrecía una visión caleidoscópica de la mendicidad madrileña con testimonios tránsidos unos, esperanzados otros, atravesados de humanidad todos.

Finalizada la proyección, subieron al escenario un puñado de personas entregadas a la atención de las personas de La Calle; representantes del Sámur Social y de algunas ONGs, que dibujaron a retazos la realidad que íbamos a encontrar y nos pidieron que nos acercáramos a estas personas con máxima delicadeza, respetando su sueño si estuviesen dormidos...

Una vez concluida esa brevísima formación, salimos a la calle. Éramos un ejército de unos 900 voluntarios organizados en equipos, pertrechados tan sólo con un mapa de la zona que correspondía "peinar". Y así, nos adentramos en una noche gélida de vísperas de Navidad, una noche iluminada por los destellos de los adornos en los suelos mojados y por las luces de los bares y restaurantes donde muchas personas precelebraban las fiestas. ¡Cómo emulaban esas calles las estampas "Dickenianas" de contraste navideño alojadas en la memoria sentimental de muchas infancias...!.

Y comenzó el "viaje" al "Madrid invisible", sólo había que poner los ojos en los rincones, las esquinas donde normalmente no miramos, buscando a esas personas que viven, laten, duermen ahí. Y los vimos de lejos, en un área que no era la nuestra, agrupados en los túneles, en hogares de cartón y chatarra donde se acurrucan y laten las mismas emociones que anidan en nuestras casas y en nuestros corazones.

Descubrimos otro Madrid, atravesamos esa frontera que sólo se atraviesa con la mirada y que nos separa de un paisaje, un mundo inmenso, riquísimo de vidas humanas; sólo hay que levantar la barrera de la comodidad y la rutina para buscar con los ojos a esas personas que podríamos ser nosotros mismos o cualquiera de nuestros seres más cercanos.

Y en el recorrido, algunas personas que celebraban al calor de los bares se sumaron para poner su grano de arena en la tarea, compañeros improvisados... y a medida que "viajábamos", la noche iba tornándose extremadamente cálida al abrigo del calor humano hasta derretir el hielo acumulado por los golpes del día en los corazones y en la noche decembrina..

Merece la pena el viaje: es gratis e ilimitado y por eso desde aquí, os invitamos a romper la monotonía y la frialdad de la noche madrileña. Os invitamos a cruzar la frontera de nuestra propia mirada y desplegar la mano que sujeta un vaso en cualquier bar o botellón, para extenderla a alguna de estas personas "sin hogar", y extenderla con delicadeza y máximo respeto, respetando su sueño....